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martes, 19 de agosto de 2008

San Luis







Es propicio emprender un viaje.
Abandona el carruaje y camina.

viernes, 15 de agosto de 2008

El hilo de ferkiadna





Estoy aprendiendo a tejer. Y aún antes de tener el primer ovillo entre las manos, una lana invisible y milenaria me introdujo en una de las tiendas del laberinto de madejas y mujeres de Sclabrini Ortiz.
La abuela de mi cuñada, Lili, se sentó conmigo una tarde de domingo y puso los puntos de lo que ahora es una kilométrica bufanda violeta.
De a poco fui encontrando momentos y espacios para tejer, y sospecho que es algo particularísimo. He visto mujeres arreglárselas en el subte manejando las agujas con la destreza de un esgrimista.
El primer día saqué mi insipiente tejido en el tren y tejí parada. La ansiedad confirmó que no es buena aliada de las tejedoras. Y que las tejedoras son buenas aliadas. Uno de los primeros lugares que elegí es el consultorio del dentista, que siempre me da cita a las 9 y me atiende a las 11. Allí está, en la entrada, Susana. Ella es la primera a quien recurrí cuando me metí en una encrucijada sin retorno. Me ayudó con devoción, como si me estuviera bautizando en la ordalía de las tejedoras. Y ahora me espera entusiasmada para contarme que desde ese día no paró de tejer. Allí, una mujer me enseñó que es necesario hacer una muestra para llevar las matemáticas de la cuestión, porque en el entramado de puntos y lanas que suben, bajan, se cruzan y se entrelazan, lo que menos corre es el azar. Y entonces, claro ¡Begoña!
Begoña... su mundo despierta cuando mi mano toca la bolsa de las lanas. Y comprendí que cuando se teje, se entra en una dimensión dual del mundo. Participamos de lo mundano al tiempo que entramos en un tiempo y un espacio propio y hasta mítico. La ordalía crece.
Qué fácil es escribir cuando se tiene que decir.
Yo no tengo nada que decir, pero alguien lo está leyendo.
¿Qué placer íntimo hay en el correr de las teclas? no lo sé.
¿Qué placer íntimo encontramos al leer? no lo sé.
Hay una trama que se está creando dentro de mí, recorriendo insólitos y oscuros recovecos de mi cuerpo, se enrolla en mi corazón y me aprieta un poco el hígado hasta llegar a la yema de mis dedos que dan puntadas a las teclas.
Desde mis muñequitas de tela de bombacha, las billeteras bordadas, las medallitas y ceniceros de papel maché, mesas a lo gaudi hasta la máscara de wall-e para Maia, hecha de papel e hilo de matambre, todo se trata de traer nuevas formas al mundo.