como nosotros.
viernes, 19 de diciembre de 2008
cielito lindo
como nosotros.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
Tilos en diciembre
Intuyo en el aire que se acerca el final del año cuando ese mismo aire me acerca el olor a los tilos en flor. Ese perfume que me hace caminar más lento cuando lo huelo es el que marca el ritmo de mi ciclo, el que une el último diciembre con el de hoy. Es curioso y nada casual que su flor tenga propiedades balsámicas, tranquilizantes y hasta somníferas. Supongo que ayudan a contrarestar tanta locura exterior. Es el regalo que cada año la tierra me hace y que yo espero contenta. Todo lo demás no importa.
Otros detalles también anuncian la llegada de la navidad y del fin de año, como el peculiar gesto que Hortencia ragala a los vecinos de su cuadra y a todo el que pasa por ahí.
sábado, 22 de noviembre de 2008
There is no use in writing when someone has said it already
I'm walking out for love
I'm walking bad really down like a cool breeze
I'm gonna be late again, 'Driver wait for me please!'
I'm running all in vain, trying to catch this fucking
train
Time don't fool me no more
I throw my watch to the floor, it's so lazy
Time don't do it again,
Now I'm stressed and strained with anger and pain in
the subway train
Now it's half past two - Long gone the rendez-vous
Now it's half past three - Time made a fool out of me
Now it's half past four - Baby can't you see
No use in waiting no more - It's a timing tragedy
I think it's nine when the clock says ten
This girl wont' wait for the out of time, out of time man
martes, 19 de agosto de 2008
viernes, 15 de agosto de 2008
El hilo de ferkiadna
Estoy aprendiendo a tejer. Y aún antes de tener el primer ovillo entre las manos, una lana invisible y milenaria me introdujo en una de las tiendas del laberinto de madejas y mujeres de Sclabrini Ortiz.
La abuela de mi cuñada, Lili, se sentó conmigo una tarde de domingo y puso los puntos de lo que ahora es una kilométrica bufanda violeta.
De a poco fui encontrando momentos y espacios para tejer, y sospecho que es algo particularísimo. He visto mujeres arreglárselas en el subte manejando las agujas con la destreza de un esgrimista.
El primer día saqué mi insipiente tejido en el tren y tejí parada. La ansiedad confirmó que no es buena aliada de las tejedoras. Y que las tejedoras son buenas aliadas. Uno de los primeros lugares que elegí es el consultorio del dentista, que siempre me da cita a las 9 y me atiende a las 11. Allí está, en la entrada, Susana. Ella es la primera a quien recurrí cuando me metí en una encrucijada sin retorno. Me ayudó con devoción, como si me estuviera bautizando en la ordalía de las tejedoras. Y ahora me espera entusiasmada para contarme que desde ese día no paró de tejer. Allí, una mujer me enseñó que es necesario hacer una muestra para llevar las matemáticas de la cuestión, porque en el entramado de puntos y lanas que suben, bajan, se cruzan y se entrelazan, lo que menos corre es el azar. Y entonces, claro ¡Begoña! Begoña... su mundo despierta cuando mi mano toca la bolsa de las lanas. Y comprendí que cuando se teje, se entra en una dimensión dual del mundo. Participamos de lo mundano al tiempo que entramos en un tiempo y un espacio propio y hasta mítico. La ordalía crece.
Qué fácil es escribir cuando se tiene que decir.
Yo no tengo nada que decir, pero alguien lo está leyendo.
¿Qué placer íntimo hay en el correr de las teclas? no lo sé.
¿Qué placer íntimo encontramos al leer? no lo sé.
Hay una trama que se está creando dentro de mí, recorriendo insólitos y oscuros recovecos de mi cuerpo, se enrolla en mi corazón y me aprieta un poco el hígado hasta llegar a la yema de mis dedos que dan puntadas a las teclas.
Desde mis muñequitas de tela de bombacha, las billeteras bordadas, las medallitas y ceniceros de papel maché, mesas a lo gaudi hasta la máscara de wall-e para Maia, hecha de papel e hilo de matambre, todo se trata de traer nuevas formas al mundo.
jueves, 26 de junio de 2008
jueves, 12 de junio de 2008
miércoles, 4 de junio de 2008
miércoles, 14 de mayo de 2008
Puta polaroid
Describo la polaroid: desgreñada, con la campera colgando, el pulóver enrollado en la cintura, como salida del secundario, con los pelos terribles, las tetas de mantel, salpicadas de migas y la boca llena con un pedazo de miñón fresquito, calentito, recién salido del horno. Y lo veo venir caminando hacia mí. Nos cruzamos y yo no podía ni articular un hola. Lo saludé con la mano para darme un segundito y tragar la bola de miga. Se paró para darme un beso y preguntarme cómo estaba y lo único que quería yo era seguir de largo para convencerme, en las cuadras que faltaban para llegar a casa, de que la casualidad es muy puta y traicionera. Y que mis deseos son sus secuaces, que se cumplen cuando yo menos quisiera.
Claro que si no hubiera estado así, jamás nos habríamos cruzado.
Salí a la mañana vestida como para una expedición al polo y a medida que el día se fue haciendo cada vez más primaveral, cual cebolla, fui colgándome por donde pude todos los trapos. Cuando salí del banco, con más hambre que mal humor, no entré al botánico a esterilizarme, como suelo hacer después de la contaminación bancaria. Las coordenadas de la casualidad me guiaron por un camino no habitual. Ví una panadería y entré a comprar un cuartito de miñones para ir mintiéndole a las tripas un rato hasta llegar a casa y almorzar. Mientras, sin saberlo, le daba al pelado el tiempo justo para seguir su camino y, en minutos no más, encontrarme. Así, hecha un cachivache. Y quién sabe, después de todo, quizás le gusten los bagres con nula producción...
lunes, 12 de mayo de 2008
Localidad- La corrida
Localidad- Autopista del Oeste
Al tiempo de la inauguración de la obra comenzaron los accidentes. Cantidad de autos han sido víctimas de la visión que, de madrugada, asalta a los conductores.
En medio de la de la calma monótona del camino, una espesa nube de humo lentamente rodea al auto y una jauría de perros furiosos lo asalta de repente. El cabecilla de la jauría, de escalofriantes ladridos, le muestra al conductor sus descomunales colmillos pegados al vidrio mientras los demás aullan como lobos y golpean las puertas con sus hocicos. Cuando el conductor, sorprendido y aterrado, reacciona bruscamente, los perros desaparecen. Todos aseguran haber visto lo mismo. Noche de perros, según le han puesto. Se cree que son los mismos perros que solían vivir en las casas que se demolieron y que vuelven a defender y recuperar su antiguo territorio.
Los de la compañía constructora desacreditan la historia y aseguran que es producto de la imaginación conspiradora de la gente. Pero los vecinos, sólo por si acaso, se pusieron de acuerdo y encargaron una imagen de San Roque. Aunque en la entrega hubo una confusión y colocaron un Sagrado Corazón de yeso de considerable tamaño en una de las lomas del costado de la autopista, para alejar todo tipo de supersticiones y malos espíritus.
Localidad - El Viejo del bowling
En esta localidad no todo es lo que aparenta ser. Cada día nos lanzamos a la loca aventura de transitar por sus calles, ir y venir en sus trenes, comprar en sus negocios sin saber que, tan sólo a la vuelta de la esquina, podemos encontrarnos con una de las tantas maravillas que la habitan. Claro que dejarían de serlo si las pudiéramos reconocer tan fácilmente. Y esto es, con seguridad, lo fascinante. Uno puede llevar años viviendo en Castelar en una plácida ignorancia de todos los encantos que se desatan por las noches, por las mañanas, al mediodía, aquí y allá. Qué sorpresa nos llevaríamos si supiéramos lo que se esconde tras esas caras tan hartamente conocidas. Y la sensación que se experimenta cuando una de ellas se nos revela y nos hace cómplice y partícipe de esas leyes secretas que lo gobiernan todo es simplemente indescriptible.
Algunos han tenido la suerte de encontrarse en su camino, en una de las calles que bordean la vía, al viejo meteorólogo. Dicen que nunca muda su atuendo, sea verano o invierno, y que debajo del escharpe, la campera de jogging y de sus gafas negras se esconde uno de los más enigmáticos personajes de la zona. Se lo puede ver todos los días, después del mediodía, sentado en la puerta del bowling. Desde la silla se ríe de la incredulidad de los que socarronamente le preguntan si va a llover al día siguiente.
Parece ser que este viejo hombre posee la habilidad no sólo de predecir el tiempo sino que es capaz de calcular la evolución de la pérdida de ozono con sólo levantar la punta del dedo índice humedecida con saliva de gato y la intensidad de la radiación solar ultravioleta que se refracta en sus lentes.
Quién diría que este observador pluviométrico miembro de la Asociación de Observadores Voluntarios de la Red de Estaciones del Servicio Meteorológico Nacional para la Medición de Precipitaciones es fanático del bowling y que en sus años mozos era uno de los que se colgaban detrás del panel para juntar los palotes caídos.
viernes, 9 de mayo de 2008
Localidad - Es una cita a ciegas
Esto es efímero, ahora efímero.
Es tan chiflado y obnubilado ¿qué puede ser?
Lubricá tus branquias. Respirá otra vez.
Algo escandaloso, pero muy escandaloso sucedió en... Castelar...
Patricio Disco Show
Puede ser, fue... irreal.
No lo soñé, y se ofreció mejor que nunca....
Banderas en tu corazón.
Tuve temprano entre mis manos mi boleto y oí...
¡Vamos las bandas!
Esa banda inconsolable de perros sin folleto,
brujas de alma sencilla, patéticos viajantes.
Fue una noche de cristal que se hizo añicos.
Noticias piratas. Noticias de ayer.
¡Extra! ¡Extra!
¿Rock maravilla para todo el mundo?
Sólo un cuento fue que ayudó a pasar un buen rato,
un castillo de naipes que cayó
y palabras baratas.
El secreto para hacer un negocio tan pequeño y simple.
¿Cómo no se nos ocurrió?
Buenos atracos, pequeños atentados.
¿Pero cabe todo lo tuyo en una maldita valija?
Dicen que el crimen no paga ese empalagoso show,
esos retazos gratuitos. El crimen no paga el hipnótico panel.
Locura de locuras... porfiar dados trucados.
¡Cómo se ríe el gordo Pierre!
Por primera vez se robaron algo más que puta guita...
El cuerpo del delito se esconde en nuestro corazón y
en su coco siempre hay un petardo.
No lo soñé...
Me voy corriendo a ver qué escribe en mi pared la tribu,
la banda de mi calle.
Recuerdos que mienten un poco
...siempre fue así...
Ojalá pudiera recordar sin rencor.
Por favor, que el adiós no se alargue.
Este asunto está hora y para siempre en tus manos:
Los ojos ciegos bien abiertos.
El montaje final es muy curioso.
Es, en verdad, realmente entretendido.
Esto está muy shangai.
Nota al pie: Si pudiste leerlo de corrido quizás nunca te enteraste de que una vez, allá por los noventa, un cartel pegado en la puerta del Club Argentino de Castelar anunciaba el recital de Patricio Rey y sus rendonditos de ricota. Ahora, si no pudiste, quizás recuerdes también la mesa que había dentro del hall de entrada, donde se compraban las entradas de un recital que nunca fue....
Localidad -El 22
El 22 sólo levantaba la persiana marrón los viernes y sábados después de las nueve de la noche hasta la una o dos de la madrugada. Durante el día se adivinaba que ahí había un kiosko por el cartel despintado que había arriba de la ventana. No pocos fueron los que nunca llegaron a ver a Oscar, el gordo en camisa celeste, detrás del mostrador.
Caprichosamente quizás se lo veía abierto un sábado al mediodía. Y eso ocurría porque Oscar vivía en una piecita del fondo del local y si estaba aburrido o si todavía no se había podido dormir, lo abría un rato. Siempre iban los mismos clientes, que ya eran como una familia. Aunque de vez en cuando caía alguien que de carambola daba con esa ventana abierta y que tenía suerte si lo que buscaba eran cigarros o petacas de todas las bebidas, lo único que el gordo vendía.
Una vez que se bajaba la persiana, la familia, que se daba cita en la esquina, entraba por la puerta trasera a la casa de juego y allí se quedaban hasta el otro día.
Cuentan que Oscar calzaba las mejores botas tejanas vistas en el oeste y que antes de empezar la timba se clavaba una estrella dorada de sheriff en la solapa izquierda y se calzaba un cinturón de cuero marrón de donde colgaba su 22, para quedarse toda la noche bebiendo wisky de su petaca personal de alpaca, velando por el orden del lugar. También dicen que se ganaba unos pesos vendiendo botas tejanas que un amigo le mandaba desde España.
De un día para otro, un cartel de "Vende" tapó la ventana. Entre los trasnochadores trascendió que fue una vendida, algo con las botas y unas planchas de LSD enrolladas en el forro. Claro que ellos no tardaron mucho en descubrir la puerta trasera de una reputada panadería.
Localidad - Estimados vecinos del 22
No es que me haya alegrado lo que pasó con Oscar. Pero al leer la historia y enterarme de esas cosas sentí la necesidad de contar lo que ocurrió verdaderamente. Lo de la casa de juego no me consta. El señor Oscar era un vecino quizás extravagante pero muy, muy generoso. Oscar murió en su cama. Los vecinos lo encontramos después de casi cuatro días. Había un olor nauseabundo por toda la cuadra que, por su puesto, provenía del kiosko. Y, vieron cómo son los chicos, algunos saltaron el tapial y allí lo encontraron. Y, cómo son las cosas, nadie les creyó. Pero los chicos dijeron que al entrar lo vieron azul, con una botella de whisky en la mano. Estaba en calzones y con las botas tejanas puestas. Y, vieron cómo son los chicos, quisieron sacárselas... Cuentan que el señor Oscar se incorporó y dijo:"¡Las botas no!" Y después se desplomó y no se levantó más. Lo sacaron con los pies para adelante, como él siempre decía que iba a salir de ahí adentro. Y no es que yo tuviera largas charlas con él, pero de vez en cuando le compraba una botellita de tía María.
lunes, 28 de abril de 2008
¿El buey solo bien se lame?
A quién no le ha pasado alguna vez que, frente a alguien, se le escape una ventosidad, que sorda a nuestras súplicas, o por una imprudente distracción de controlación de esfínteres, sale al mundo haciéndose oír. En tal situación, incómoda si las hay, nuestra mente se adiestra con facilidad en el autoengaño y nos hace creer, nos convence de que no ha pasado nada. Claro que también el silencio cómplice de quien ha presenciado nuestro desliz también nos ayuda a seguir adelante en lo que estábamos. Y lo agradecemos, así como agradecemos algún otro sonido al que podemos atribuirle el fato.
Algo parecido me pasó el otro día, salvando la insignificante diferencia.
Hacía un par de años que no tenía el privilegio de recorrer los pasillos de la estación Miserere para ir a tomar el tren a Once. Y al recorrerlos nuevamente recordé por qué había evitado ese camino por tanto tiempo: por el sopapo al alma que significa ver tirados en el piso, como cadáveres de guerra desperdigados por el piso, a nenes que no llegan al metro de altura, verlos acurrucados, como gatos guachos con los labios quemados por el paco. Verlos. Y seguir de largo. Verlos y seguir de largo con todos y cada uno de los órganos del cuerpo convertidos en yunques que acarreo durante todo el día.
Ahora han puesto una escalera mecánica. ¡Qué modernitud! Gracias a este avance, sentí que la lenta elevación desde el infierno tenía un aire místico y sentí que me obligaba a hacer uso del mismo artificio que cuando se me escapa una ventosidad: seguir de largo como si no hubiera visto nada, sumergiéndome en la urgencia de mi marcha para llegar al lugar donde me estaban esperando.
Desde el tren vi pasar un helicóptero, de esos en los que se trasladan los que prefieren evitar el contacto con lo real y que hablan de trenes balas, como una especie de augurio de respuesta a lo que estaba pensando.
Cuando llegué a casa, di un primer paso. Espero poder contar noticias nuevas pronto.