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viernes, 9 de mayo de 2008

Localidad - Estimados vecinos del 22

Yo era vecina del kiosko del señor Oscar. Todos imaginábamos que en algo andaba y ahora entiendo el por qué de sus últimas palabras. Seré escueta, pero aprovecho para contarles que he leído todas las leyendas. Particularmente las de Piki y su sobrina, que me resultaban encantadoras. Y admito que me han dado ganas de ir a buscar esa memoriosa calle.
No es que me haya alegrado lo que pasó con Oscar. Pero al leer la historia y enterarme de esas cosas sentí la necesidad de contar lo que ocurrió verdaderamente. Lo de la casa de juego no me consta. El señor Oscar era un vecino quizás extravagante pero muy, muy generoso. Oscar murió en su cama. Los vecinos lo encontramos después de casi cuatro días. Había un olor nauseabundo por toda la cuadra que, por su puesto, provenía del kiosko. Y, vieron cómo son los chicos, algunos saltaron el tapial y allí lo encontraron. Y, cómo son las cosas, nadie les creyó. Pero los chicos dijeron que al entrar lo vieron azul, con una botella de whisky en la mano. Estaba en calzones y con las botas tejanas puestas. Y, vieron cómo son los chicos, quisieron sacárselas... Cuentan que el señor Oscar se incorporó y dijo:"¡Las botas no!" Y después se desplomó y no se levantó más. Lo sacaron con los pies para adelante, como él siempre decía que iba a salir de ahí adentro. Y no es que yo tuviera largas charlas con él, pero de vez en cuando le compraba una botellita de tía María.

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